El dolor, que la mayor parte de las veces carece de justificación, posee sin embargo una historia. Los gestos de las vírgenes mártires, las burlas que acompañaron las desventuras de don Quijote, las penitencias que tuvieron lugar, a escondidas, en el interior de los conventos, las pequeñas comedias del masoquismo sexual, el teatro anatómico del Mundo Moderno, las muecas de los pacientes anestesiados, los dolores conscientes del trastorno nervioso o los inconscientes de la enfermedad mental, se dan cita en este libro. Al contrario de lo que afirmaba el filósofo Cioran, para quien era imposible dialogar con el dolor físico, todas y cada una de estas páginas abogan por ese encuentro y potencian ese diálogo. A medio camino entre la historia y la filosofía, este ensayo versa sobre las formas sucesivas (que no progresivas) de materialización de la experiencia del daño, sobre las modalidades artísticas, jurídicas o científicas que han permitido, desde el Renacimiento hasta nuestros días, la comprensión cultural del sufrimiento humano. La representación, la simpatía, la imitación, pero también la coherencia, la confianza o la narratividad son algunos de los recursos retóricos y argumentativos que los hombres y las mujeres hemos ido utilizando, y todavía usamos, para sentir nuestro dolor, pero también para expresarlo y dotarlo de significado y valor colectivo.