EL pescado fresco y los mariscos forman parte de la dieta de los habitantes de los países mediterráneos
desde tiempos inmemoriales. Arrastran hasta el paladar y los sentidos aromas de sol, playa y brisa marina, pero además
la dietética moderna ha descubierto en ellos otras virtudes menos románticas pero no menos interesantes, pues contienen
elementos altamente benficiosos para la salud, como los ácidos grasos anticolesterol. Y, por si fuera poco, como
producto para la cocina presentan una última virtud: son fáciles de preparar y cocinar cuando se tiene prisa y también
pueden constituir la base perfecta de un sofisticado plato cuando se trata de impresionar a los comensales o disfrutar
de la cocina.