El retrato de Dorian Gray, la única novela que escribió Wilde, fue, probablemente, una de las obras más
discutidas y escandalosas del ya discutido y escandaloso Oscar. La obra retrata al propio Wilde y a buena parte de su
mundo íntimo, poderosamente vinculado con la pasión estética. Dorian Gray, muchacho de belleza espléndida, se dedica a
apurar los momentos de su vida, convirtiéndola en pasión absoluta, ajeno a cualquier moral, inalterablemente joven,
mientras un retrato suyo va envejeciendo y recibiendo en su imagen el desgaste y mancha de la disipación y la abyección
voluntarias. Wilde alcanza aquí el punto culminante de sus teorías, decidiéndose ya por una total estética decadente,
el triunfo del arte como artificio, frente a la naturaleza. Hoy sigue siendo la más viva y ágil de las "novelas
decadentes", una incitación a la báquica gloria del paganismo y un perfecto autorretrato de su autor, a través de los
tres protagonistas fundamentales.