Aunque la Fundación Federico García Lorca ha publicado todas las cartas conservadas por los herederos que
el poeta envió a su madre y al resto de miembros de su familia, poco se sabía de las escritas por doña Vicenta a su
hijo. Sólo se conocían algunos fragmentos publicados por Mario Hernández, Andrew A. Anderson y Christopher Maurer en
sus ediciones del epistolario lorquiano. Hoy, este riquísimo aunque breve epistolario, que se inicia en 1920, consigue
transmitir la entrañable relación que mantenían madre e hijo, la importancia del papel de Vicenta en su carrera
literaria, el apoyo incondicional de una madre cariñosa y exigente, y las circunstancias por las que cada uno de ellos
pasaba. Queda aquí reflejada la pasión de una madre que se desvivía por ver reconocida la obra de su hijo.