“Hay, sin duda, pocos términos que los hombres utilicen tan frecuentemente como el de Bello y, sin embargo, no hay nada menos determinado que su significado, nada más vago que su concepto. Se pronuncia en todo momento, pero todavía no se ha definido y no se decide el sentido que hay que darle. […] …la idea de Bello ¿será sólo producto de la fantasía? ¿Sólo el capricho dispondrá de esta palabra? Y los hombres ¿sólo encontrarán Bello lo que quieran encontrar Bello? Me cuesta convencerme de esto…”. Así comenzaba Jean Pierre de Crousaz el Tratado de lo bello (1715), uno de sus primeros trabajos publicados, considerablemente complementado y revisado en una segunda edición de 1724. La obra, que suele ser citada como la primera de estética moderna redactada en lengua francesa, compagina y articula hábilmente ideas ya existentes con otras de relativa novedad.