El impresionismo, corriente que desde sus inicios atrajo al gran público, sigue siendo el período más fascinante de la historia del arte pictórico reciente. Buena prueba de ello son las espectaculares exposiciones dedicadas en los últimos años a Degas, Gauguin, Van Gogh, Renoir, Toulouse-Lautrec o Monet, así como las desorbitadas sumas obtenidas con la venta de sus cuadros.
Sin embargo, pese a la admiración que despierta la pintura impresionista y a la gran cantidad de obras publicadas en particular sobre los grandes maestros que la nutrieron, hay aspectos que aún no se han investigado. Un buen número de pintores de «segunda fila» y sus obras han sido relegados al olvido o permanecen en el anonimato. Esta monografía viene a llenar ese vacío mediante un exhaustivo estudio del impresionismo en Francia y de corrientes afines que surgieron en paralelo en otros países de Europa y América del Norte.
La parte 1 describe el impresionismo en Francia, incluidas las derivaciones del post o neoimpresionismo. El objetivo en este caso es presentar no solo a los pintores más famosos, sino también a aquellos que hoy día apenas se conocen, como el infravaloradísimo Caillebotte, de quien se repro-ducen 17 obras, y otros como Bazille, Bracquemond, Cross, Forain, Gonzalès, Guillaumin, Lebourg, Lépine, Luce, Morisot, L. Pissarro, Raffaëlli, Rouart y Vignon.
La parte 2 consta de ocho capítulos y aborda la pintura que, inspirada en el impresionismo francés, apareció de forma simultánea en los Países Bajos, Bélgica, Alemania, Escandinavia, Europa del Este, Italia, España, Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá. Lo más notable en este sentido es que los pintores de esos países no se limitaron a copiar las obras que surgieron en la cuna del movimiento, sino que la mayoría de ellos adaptaron el estímulo francés a los respectivos lenguajes artísticos nacionales con una originalidad abrumadora.