Edward Hopper (1882-1967) está considerado como el primer pintor americano importante en el arte del siglo XX. Tras décadas de paciente trabajo, Hopper gozó de un éxito y una popularidad que ha ido en aumento desde la década de los cincuenta. En un lienzo tras otro pintó la soledad de los habitantes de la gran ciudad. Muchos de los cuadros de Hopper representan vistas de calles y de carreteras, tejados y casas abandonadas, pintadas con una luz brillante que oculta de una manera extraña la atmósfera melancólica de las escenas. Las pinturas de Hopper están marcadas por llamativas yuxtaposiciones de color y por los contornos claros con los que las figuras se distinguen de lo que las rodea. Su enfoque extremadamente preciso de la temática del hombre y la mujer modernos en un entorno natural o artificial, en ocasiones infunde a sus cuadros un sentimiento espeluznante de inquietud. Por otra parte, las interpretaciones de Hopper de los paisajes rocosos en tonos marrones cálidos o sus representaciones del litoral rezuman una insólita tranquilidad que revelan una parte más optimista de su carácter.