En 1964 y 1965, cuando la juventud de medio mundo se desmelenaba con las canciones de los Beatles, John Lennon publicó sendas obras que recogían las manifestaciones más disparatadas de su ingenio verbal y visual, dos pequeños desvaríos que serían terminantemente clasificados en la muy socorrida categoría de «inclasificable». Desde el punto de vista técnico, con ellos reinventa (o más bien revienta) la vieja fórmula del nonsense llevándola hasta sus límites más insensatos, o sea, hasta ese territorio fronterizo donde lo absurdo se vuelve elocuente y empieza a desprender significados fantasmales. ¿Pero qué hay en ellos? Pues básicamente un juego o un jugueteo empedernido: tropos, trompos y trampas; burlas y fabulaciones; enredos y jugarretas de palabras; equívocos, sarcasmos y subversiones; malicias y delicias; neologismos, solecismos y surrealismos; retruécanos, paronomasias, aliteraciones y otras figuras de pensamiento o dicción no menos estupendas? Algo así como Finnegans Wake pasado por el filtro de Lewis Carroll pasado por el filtro de Groucho Marx pasado por el filtro del pato Donald pasado por el filtro de la cafetera de su madre. El resultado también se podría clasificar con toda pertinencia en la socorrida categoría de «intraducible», motivo por el cual o pese al cual tenemos el honor de ofrecer al público un esmerado transporte analógico al castellano cuya estupefacción explica el propio transportista en una nota sin duda muy necesaria. Era una gozada estar con John Lennon mientras alimentábamos aquel artilugio cómico. Él estaba de muy buen humor y los libros siguen siendo espléndidos... Incluso nuestros niños los encuentran tan divertidos como nosotros. George Harrison La dedicatoria de John en mi ejemplar de A Spaniard in the Works lo dice todo: «A Ringo, ese enano cabrón, con todo mi cariño». Ringo Starr ¿Será un tío profundo? ¿Artístico, moderno, culto? Paul McCartney